En los últimos años, la integración entre cuerpo y mente ha cobrado cada vez más importancia en la práctica clínica. La psicología contemporánea reconoce que las emociones no solo se manifiestan en nuestros pensamientos, sino también en nuestro cuerpo. Por eso, incorporar técnicas corporales como la terapia de masaje sueco (Swedish Massage Therapy, SMT) dentro del proceso terapéutico puede enriquecer profundamente el abordaje tradicional de la psicoterapia.
El masaje sueco, aplicado con presión moderada, ha demostrado en diversos estudios científicos tener efectos positivos en el sistema nervioso autónomo, particularmente a través de la estimulación del nervio vago. Este nervio está vinculado a funciones vitales como la regulación del estrés, el ritmo cardíaco y la digestión. Cuando se activa por estímulos como el contacto terapéutico, favorece una reducción del cortisol (la hormona del estrés), promoviendo un estado general de calma y mayor disponibilidad emocional.
Los beneficios del masaje no se limitan a la relajación inmediata. Estudios de neuroimagen funcional (fMRI) han mostrado que el masaje con presión moderada activa regiones del cerebro clave en la regulación emocional, como la amígdala, el hipotálamo y la corteza cingulada anterior. Estas áreas están directamente involucradas en la respuesta al estrés, la ansiedad y la regulación del estado de ánimo.
Además, investigaciones clínicas han documentado la eficacia de la SMT en la reducción significativa de los niveles de ansiedad, depresión y malestar general, incluso en pacientes con trastornos como el Trastorno de Ansiedad Generalizada (GAD), anorexia y bulimia. En estos casos, el masaje no solo complementa el trabajo verbal del proceso terapéutico, sino que amplifica los resultados clínicos de forma segura y sin efectos adversos reportados.
También se han observado beneficios en poblaciones diversas: desde bebés prematuros hasta adultos mayores con enfermedades como Parkinson o demencia, pasando por personas con condiciones autoinmunes, dolor crónico o enfermedades dermatológicas. Esta amplitud de impacto evidencia que el masaje, lejos de ser un “lujo”, puede funcionar como una herramienta terapéutica integral y basada en evidencia.
En mi práctica, el masaje se incorpora como parte del plan terapéutico cuando es pertinente, consensuado y adaptado a las necesidades del paciente. Se trata de una experiencia cuidadosamente guiada, orientada a liberar tensiones físicas asociadas a bloqueos emocionales, mejorar la conexión con el propio cuerpo y facilitar un estado de mayor autorregulación emocional.
Integrar SMT en el proceso psicológico no reemplaza la palabra, sino que la complementa. Porque muchas veces, para sanar, no alcanza con entender lo que nos pasa —también necesitamos sentirlo, soltarlo y habitarlo desde el cuerpo.